La Vuelta a España de 1986 encumbró en la gloria a Alvaro Pino, uno de los corredores españoles más corajudos y voluntariosos de los últimos años. El gallego, todo corazón, ya se había dejado ver en las ediciones anteriores. Sin embargo, nunca había rendido a un nivel similar. Quizá fuera el verse con los galones de líder lo que le infundió la confianza necesaria para convertirse en todo un campeón. Galones que Pino se ganó sobre la bicicleta. Fallecido Alberto Fernández en 1984, el equipo Zor había quedado huérfano de un jefe de filas sólido y de garantías. Los responsables asignaron este papel a Pacho Rodríguez que, si bien luchó por la victoria el año anterior, en esta edición se vio superado por las lesiones, la presión y la responsabilidad. De esta manera, Alvaro se hizo con la jefatura del equipo.
El corredor gallego se vistió de amarillo tras la contrarreloj de la decimprimera etapa, disputada en Valladolid y cuyo vencedor fue el francés Charly Mottet; afianzó su liderato en la sierra madrileña ante un Robert Millar que regresaba al escenario de su suicidio deportivo del año anterior; y sentenció la prueba en las cimas de Sierra Nevada, donde se impuso Felipe Yáñez. Fue precisamente en las montañas granadinas donde el escocés Millar hizo su último intento por desbancar al gallego, que aguantó su rueda. Quien no lo consiguió fue Perico Delgado, que corría ese año con los colores del PDM holandés. Pino acabó a lo grande, imponiéndose en la última etapa, una contrarreloj sobre 22 kilómetros disputada en Jerez de la Frontera.
Otras dos notas destacadas de esta edición fueron la victoria en Albacete del modesto Jon Eguiarte tras una escapada en solitario de 171 kilómetros y un nuevo reinado de Laguía en la clasificación de la Montaña.